miércoles, 25 de enero de 2012

Salvajes


Estos días somos un poco, o algo más que un poco, socios a la gresca, pues acabada la salida campestre y mientras  él se mete en casa a sus asuntos, yo campo a mis anchas por el pueblo y sus alrededores sin hacer caso a sus llamadas. Además persigo frenéticamente a cualquier gato que se ponga a tiro. Me llama salvaje y ya hace varios días que no salimos juntos.

Veo que alguno considera a Juan Ramón mi socio. Ojala tuviese casa en el pueblo y me convidase. Dialogar con él sería más provechoso que con mi actual compañía. Pero como no es así, lo que pienso es que salvajes, salvajes, son los mal llamados mercados financieros.
Los mercados de productos, desde su antiquísimo origen, son lugares de intercambio regulados para que no se dé gato por liebre, ni tocino a precio de solomillo. Cuando el intercambio no tiene reglas, no hay mercado, sino merendero de buitres o, a lo más, timba de tahúres fulleros.
A comienzos del siglo XIX aparece un nuevo producto de intercambio, el trabajo; un intercambio que al principio no tenía reglas y los patrones se dedicaron como buitres a devorar trabajadores invocando la libertad de contratación. Hoy existe el mercado laboral porque tiene normas, el derecho laboral.
Y aquí estamos en el tercer milenio con el producto básico del intercambio, el dinero y los títulos o anotaciones valoradas en dinero: acciones, obligaciones, bonos, letras, futuros… Es el producto que hoy mueve el mundo pues con él se financia la actividad económica de personas, empresas y estados.
Se invoca para estos intercambios la libertad sin freno, el libre juego de oferta y demanda. Así no hay mercado sino la ley de la selva en la que hay actores que cazan como lobos y se les permite juntarse en jauría, se hacen acuerdos y se eligen a las víctimas del desollamiento. Otros actores engañan como tahúres, trucan las cartas y se llevan la apuesta. Mientras la inmensa mayoría de habitantes de la selva viven desasosegadamente, algunos aprovechando los restos de casa ajena, otros débiles e inocentes huyendo en tropel de las fieras, si pueden.
Por supuesto, en la selva hay reglas. Animal viejo, cansado o herido será presa a la vista, desde un ratoncillo a un cebú gigante, desde un pequeño empresario autónomo a Grecia o Italia.
Todo es una madeja enrevesada que sujeta el mundo.
Si España intentase poner normas justas a sus bancos y entidades financieras, se las podría poner y nos podíamos convertir en merienda de desaprensivos.
Se nos exige ajustar nuestros gastos con el riesgo de debilitarnos más. La ley de la selva es terrible.
Las agencias de evaluación financieras sólo manifiestan cómo están financieramente empresas y estados. Buena información para buitres financieros. Una de ellas estudia la situación española, ve sus problemas de déficit pero no se contenta con eso, recomienda recortar gastos en Sanidad y en Educación o amenaza con bajar su calificación. ¿Qué importan las personas? Sólo importan los intereses financieros. Ni se le ocurre el aumento de ingresos con la contribución de los poderosos ya que estos son sus clientes.
El mundo está enmadejado ¿quién los desenmadejará? ¿Un país? un poquito, ¿Europa? Un poco más, ¿los Estados? ¡Ojala! Pero los dirigentes de un país de Europa, de los Estados, no empezarán el desenmadejado ya que sus dirigentes son próximos a las mallas del enmadejamiento, si todas las personas con alma no juntan sus fuerzas contra los desalmados que la han cambiado por el dinero y el poder.

No me siento salvaje, sólo un poco anarco; pero estoy, estamos dice mi cabreado socio, con los indignados. José Luis Sampedro, amigos, mostradnos un punto de apoyo que queremos cambiar el mundo.

3 comentarios:

  1. Me admira ver como un par ciudadanos como Chindasvinto y su socio, y desde un lugar tan pequeño y perdido como Requena, tienen tan claras las idéas, y tanto ánimo para que las cosas cambien. Es reconfortante.
    Cada semana espero vuestras reflexiones. Gracias por ellas.

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  2. Y mientras los "salvajes" campan a sus anchas, 5.273.600 parados en España, de los cuales 201.500 son castellanos y leoneses y de estos 13.500 palentinos. ¡Vivan las políticas liberales!

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  3. Según Rajoy, la huelga general es inevitable

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