jueves, 14 de junio de 2012

Primeras Comuniones

CON OTRA MIRADA: Primeras Comuniones

¿Has oído, Chindas, el jaleo de la calle lleno de risas y juegos infantiles en este fin de semana? Debajo del asfalto que sirve de techo a otras pisadas de niños, ya lejanas, ha emanado la luz de la esperanza, ha sonreído un nuevo horizonte.


Dos niños: Félix y José Manuel Alonso-Villalobos Hernández han hecho su primera comunión aquí, en nuestra magnífica iglesia. Ellos y sus familias son y residen en Valladolid, pero éstas han querido acercarse a este minúsculo pueblo de Palencia para regalarnos la presencia de la vida que sigue fluyendo con hermanos, primos y amigos, hasta un total de cincuenta niños para que quienes tenemos durante el año la sola compañía de la soledad, despertásemos del letargo, mirásemos casi extasiados el corretear jubiloso de la infancia.

La ceremonia religiosa tuvo un sentido litúrgico lleno se sencillez y autenticidad. La lámpara encendida que los padres entregaron a sus hijos como símbolo de la transmisión de su fe, tuvo el color de la vida, la emoción de un gesto lleno de amor y el beso entrañable de la plenitud.

Ya sé Chindas que a ti estas cosas no te dicen nada porque no aparecen en tu cartilla de sabiduría canina, pero como amigos yo te las cuento. Yo participo de tu lenguaje y bien que te he entendido cuando saltabas a mi alrededor pidiéndome salir a la calle; esas charlatanas idas y venidas por nuestra calle de la tropa infantil llama tu atención y quieres ver…

Salimos bien atada tu correa y con tus ojos grandes y curiosos esperas algo de alguien, de pronto uno de los niños se fija en tu gallarda presencia, te mira con recelo pero con admiración, a él se suman otros pequeños. ¡Qué felicidad ser centro de atención, robarles unos minutos a su festivo día!

Sí, mi príncipe, ayer el pueblo recuperó la emoción que presagia continuidad. Serán fines de semana o unos días de vacaciones los que marcarán un rostro nuevo. Sus pasos dejarán sus huellas en el renacer que el arco iris aúna, que abarca las dos fronteras, ciudad y pueblos.

Terminamos Chindas, aúlla alto y claro, que tu voz llegue hasta esas familias que comparten con nosotros sus emociones y que tu canto de habitante fiel y servicial muestre también la gratitud más cercana y con los “humanos” siente la belleza que su florida balconada, es decir su presencia, nos aporta.

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