jueves, 12 de julio de 2012

Pordioseros

Viniendo por el camino de la Mochuela con dos socios, me adentré en un trigal ya que mi olfato percibía ciertos efluvios a liebre. Volví al camino entre las irónicas sonrisas de mis acompañantes que sí habían visto salir a la liebre y cruzar hacia una parcela de girasoles. Entonces percibí claramente su rastro. Lo seguí. Descubrí la presa. Encendí la sirena de mis ladridos y me lancé tras ella. Como los girasoles ponían cierta dificultad a su carrera logré alcanzarla con mis zarpas, pero hizo un quiebro y se alejó de mí. Ella había triunfado.


Los animales actuamos por instinto, sin compasión. Dice mi socio que el mundo de los humanos es diferente, que existe la compasión y la solidaridad. Que en el mundo de los creyentes existe la idea de que todos somos hermanos, hijos del mismo Dios. De ahí que los desprotegidos y desamparados hayan pedido por Dios. Son los pordioseros.
En la actual sociedad, como en muchas otras, el dios que triunfa es el dinero, el dios Mammon, como dice la Biblia; y alrededor de este ídolo se ha organizado un culto universal y moderno. Hoy los altares de este becerro de oro son los mercados; sus sumos sacerdotes, los titulares de los grandes bancos, de los poderosos fondos de inversiones y del FMI; los moralistas que enjuician si está bien o si está mal lo que hacen empresas y países al servicio del dinero son las agencias de calificación; gobernantes y ministros son los ejecutores implacables de lo que disponen los sumos sacerdotes y prescriptores morales; los mártires sacrificados son los parados, los jóvenes sin expectativas, los ancianos sin ayuda y los trabajadores sin derechos.
Y ¿qué pinta la dignidad humana, la fraternidad? Nada. Como dicen los Evangelios, no se puede servir a Dios (es decir, a la justicia, a la fraternidad, a la compasión) y a las mammonas (las riquezas).
Y no hay escapatoria. La organización infernal del idolatrado dinero pisoteará y arrasará cualquier intento de escapar del sistema y tratará de fantasiosos, inconsistentes y fuera de la realidad a quienes manifiesten opinión diferente.
Los pordioseros que se inclinan pidiendo por Dios una limosna, una ayuda compasiva, son sólo restos pintorescos de otro tipo de sociedad. Hoy personas, instituciones y países doblan su espinazo, su cerviz y hacen ofrendas ante el altar de los mercados. Son los nuevos pordioseros, los pormammoneros.

¡Caray! les manifiesto a mis socios, ¡qué bien os luce vuestro progreso y civilización! Al menos entre nosotros, los brutos, no solemos devorarnos los que pertenecemos a la misma especie. Se ve que cuando degeneráis, degeneráis a conciencia.

1 comentario:

  1. Un análisis de la realidad muy certero y muy triste. Menos mal que aún quedamos algunos fantasiosos.

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