jueves, 10 de abril de 2014

Vamos a recordar....

     
     Ojeando, hojeando nuestro libro titulado "Requena, donde la soledad se viste de luz" nuevamente Chindas, me detengo en el capítulo titulado El ABREVADERO. Vamos a dedicárselo a nuestros lectores. Dice así...
Sonido del agua que cae por ese reguero abierto, que tintinea y galopa del Canal (de Castilla) al abrevadero.
Lapislázuli engarzado en fino collar de plata. Gargantillas desprendidas que al pilón caen y éste recoge en su seno, embelesado de tener en el tanto aguinaldo, tanta frescura.
Con prisas disimuladas por su patoso correr llegan las ovejas a saciar su sed. Con paso lento y cansino guardan su vez las mulas. Beben despacio éstas, sin prisa, su jornada ha terminado de la arada a la gavilla.
... Abrevadero de sequedades saciadas, pintado de blanco cada verano, limpio por fuera y por dentro; frescura de citas, de cántaros y calderos. Anodino pareces en un entorno de paso, de arquitectura rural sin nombre que renombre lleve. Cuántas cosas escuchaste, lo sabes bien, como yo que lo escribo, qué secretos quereres se refrescaron con tu agua y tu silencio.
Me pasas la hoja Chindas y al azar aparece LAS PISADAS DE LA CALLE. Romántico recuerdo de la infancia en los pueblos con calles de tierra, hoy peregrinas añoranzas.
Observando las calles miro a nil suelo y oigo murmullos dentro. Son pisadas de la infancia, las tuyas, las mías, huellas de padres y abuelos resguardándose del frío y el olvido. Pisadas que están tranquilas, casi dormidas en ese lecho del suelo, cubiertas con la manta del asfalto.
El tiempo pasa ajeno al susurro de sus voces cuando despiertan; con él silenciamos todos los sonidos de sus vidas, pero ellas permanecen. Hay pisadas formando círculo de amistad, charla vecinal que las marcó. Contemplemos otras huellas que subyacen; la del anciano cuyo bastón fue inseparable compañero de su débil caminar, juntas permanecen en fidelidad mutua.
Vestigios enlodados de niños que marcaron la tierra con la teja del juego, con el aro, la peonza, el morrillo o la petanca. La blanca capa de armiño del invierno no las cubre, más bien hace olvidar sus pisadas. Como niñas siempre niñas, cantan y juegan "al corro de la patata", ríen y saltan a la comba. Corretean sobre esa tierra heredada.
....Rugidos de vehículos modernos se entremezclan. Presentes que pasan deprisa, otros de puntillas temiendo hacer ruido, son ahora pasos nuevos, cicatrices venideras que resbalarán con el hielo de la helada y se irán... Sin embargo esas huellas nuestras ¡ahí están!, vuelve alguna vez a visitarlas.
Paso que mi paso sigues/ sin dolor ni desencanto /paso ligero, felino, callado.../ o pasos, sólo pasos/. ¡Vida dentro!

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