viernes, 12 de septiembre de 2014

EL DUENDE DE LOS SUEÑOS....


Retablo de la Iglesia de San Miguel
            Cuando los ojos se habitúan a lo cotidiano opaco y a la lamentación que le sigue, la inactividad se acrecienta y esa flojera, tan humana como torpe, se apodera de los deseos trastocando su poder creador o reparador.
            El perfume de las ideas, de pronto, invade la sala del alma y pone en marcha la ilusión, la búsqueda, la comunicación, el altruismo y el remolino que el duende de los sueños levanta a su paso obra la maravilla de la acción en grupo.
            Horas lentas que miran, observan, sienten, cantan al color y la risa del placer escondido en las obras que esperan pacientes la caricia del pincel.
            Equipo fraguado en la amistad veterana en años y joven en la disponibilidad, achaques que amainan sus dolencias en la tarea encomendada. Velos cubriendo ese ¡ay! del reuma o la torpeza de la artrosis. Bata blanca señalando compromiso y responsabilidad. Saetas del reloj quietas, mudas para no entorpecer el trabajo.
            Letanías de ángeles escondidos en el trascoro, con algo de envidia tal vez de no tener una presencia real para unirse al quehacer reparador en siglos abandonado.
        Idas y venidas como ardilla en su paraíso de árboles y vegetación. Maderas nobles atormentadas por xilófagos y polvo del camino..., catequesis de antaño, rincones de oración y súplica, estáticas, de mirada clara y profunda esperando...
            El campanario con su mudo proceder suena hoy a gloria en nuestro pueblo, su tañido sigue el largo silencio de la soledad de acontecimientos, pero si nuestra mirada se detiene en el bronce de sus alas, un destello nos devuelve su presencia. Hoy no llora por quienes se van dejando el eco de su voz a su lado "eterno", hoy nos mira desde su atalaya rodeado de palomas y hace que levanten el vuelo para ser mensajeras del sentimiento profundo que anida en su corazón de metal por haber arrebatado al olvido, el interior que preside la convivencia "sagrada" de esta población sencilla pero generosa.

            Duende de los sueños, gracias por vivir estos meses azuzando la voluntad de nuestras manos y, aparcando temores, nos has dirigido al éxito esperado.

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