Retablo de la Iglesia de San Miguel |
El
perfume de las ideas, de pronto, invade la sala del alma y pone en marcha la
ilusión, la búsqueda, la comunicación, el altruismo y el remolino que el duende
de los sueños levanta a su paso obra la maravilla de la acción en grupo.
Horas lentas que miran, observan, sienten, cantan al
color y la risa del placer escondido en las obras que esperan pacientes la
caricia del pincel.
Equipo fraguado en la amistad veterana en años y
joven en la disponibilidad, achaques que amainan sus dolencias en la tarea encomendada.
Velos cubriendo ese ¡ay! del reuma o la torpeza de la artrosis. Bata blanca
señalando compromiso y responsabilidad. Saetas del reloj quietas, mudas para no
entorpecer el trabajo.
Letanías
de ángeles escondidos en el trascoro, con algo de envidia tal vez de no tener
una presencia real para unirse al quehacer reparador en siglos abandonado.
Idas
y venidas como ardilla en su paraíso de árboles y vegetación. Maderas nobles
atormentadas por xilófagos y polvo del camino..., catequesis de antaño, rincones
de oración y súplica, estáticas, de mirada clara y profunda esperando...
El
campanario con su mudo proceder suena hoy a gloria en nuestro pueblo, su tañido
sigue el largo silencio de la soledad de acontecimientos, pero si nuestra
mirada se detiene en el bronce de sus alas, un destello nos devuelve su
presencia. Hoy no llora por quienes se van dejando el eco de su voz a su lado
"eterno", hoy nos mira desde su atalaya rodeado de palomas y hace que
levanten el vuelo para ser mensajeras del sentimiento profundo que anida en su
corazón de metal por haber arrebatado al olvido, el interior que preside la
convivencia "sagrada" de esta población sencilla pero generosa.
Duende de los sueños, gracias por vivir estos meses
azuzando la voluntad de nuestras manos y, aparcando temores, nos has dirigido
al éxito esperado.
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