jueves, 15 de diciembre de 2016

SALTO A LA VALLA

Amanece y el altavoz de los medios nos habla de un nuevo salto a la valla. Emigrantes furtivos que buscan libertad fuera de fanatismos y guerras. Dolor hecho lucha, esfuerzo, frío e inseguridad, pero todo amalgamado de esperanza. Sobrevivir a cualquier precio en países desconocidos.
Lágrimas caídas en el mar, unas gotas más que irán y volverán con las olas hasta arribar en una playa solidaria, o lágrimas de dolor por el desgarro de la piel en las púas de las vallas que limitan las fronteras, que paralizan su huida y detienen con decepción esa esperanza.
Frío sobrevolando como buitre hambriento, sobre la escapada y escarpada senda por la que transitan. Adiós cómplice dejando la casa y familiares, llantos que acompañan más allá de la heroica decisión de abandono del país. Promesas de regreso con bienestar para compartir.
Sueños…
El mundo sigue moviéndose y con él los humanos desfavorecidos. Siria se suma a esos países que arroja a sus hijos al desierto de la vida. Nuevo salto a la valla de la libertad, asilo con reservas, lona cubriendo las estrellas velando el sueño, pies descalzos de firmeza, niños mirando el arco iris de un futuro que sus padres ven atrapado en las ruinas y las bombas.
Alepo, ciudad masacrada por el egoísmo de un puñado de déspotas; clamor entre los escombros, sonrisas entre los cascos blancos que acuden a socorrer; brazos prestos a retener la vida que se escapa hacia la eternidad.
Países que apoyan esas guerras buscando beneficio; dónde quedó la primavera de sus vidas, donde la risa era prioritaria, juvenil e idealista, hoy convertida en otoñal mirada donde la vida humana no interesa. Desoír el llanto de la infancia que vaga errante por poblados improvisados, sin familia que los abrace, de calor y seguridad. Bombardeos indiscriminados desplomando su hedor salvaje sobre edificios llenos vida; plásticos cubriendo la huida.
Abre la noche su ventana de luna para fortalecer los brazos que reman en las pateras, que se aferran a los espinos de las vallas, a los pies que caminan entre el lodo de los caminos, a tientas, a trompicones entre espasmos de frío. Familias empobrecidas por la mafia del poder.
Se acurruca la alondra en su nidal de paja, esperando la aurora. Cantará allá donde el día la lleve y sobre árboles nuevos fijará su casa entre trinos y aleteos.
Saltará la valla el cervatillo liberado del cepo opresor y en praderas nuevas pacerá la cultura de su nuevo destino.
Mendigando ayuda, el padre de familia, la viuda o los hijos, al final de su exilio forzado encontrarán en algún país cuyo nombre desconocen, el calor de la navidad, la dignidad que les han arrebatado.
Éste es nuestro deseo.

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