Florece el almendro pintando de
belleza el patio de casa. Días de sol adelantando la primavera, creando un
espejismo lleno de frutos.
Incierto el porvenir de este
árbol que llena de admiración su florido ramaje. A lo lejos se vislumbran
heladas con intención de llegada a estas tierras. Rabia del viento que es
apartado, detenido en otros horizontes, pretendiendo viajar hasta nosotros.
Chindas escarba a pie de árbol, intentando coger a un topillo que
ha visto colarse en la tierra hasta las raíces. Se le riñe pero su afán crece
ante el olor del animal, cuyo corazón late desbocado en su escondite. Unas
flores caen sobre el perro decorando su cabeza. Me río y me mira vencido.
Esperar. Esperanza incierta del
futuro de frutales que salen a escena maquillados antes de tiempo. Belleza
delicada que, cual abanico coqueto, mece sus ramas aromando el ambiente ¿Llegará a su plenitud maternal viendo crecer sus almendrucos? Política del
tiempo.
Abejas ansiosas, zumbando liban
el néctar virgen de las flores. Alas transparentes se agitan llevando a estas
vistosas trabajadoras, por caminos de
pétalos y colores.
La tarde va apagando la luz y la
apostura de las plantas adormece esperando que, de nuevo, la primavera
despierte con ellas al amanecer.
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