¡Hola, Chindas!, parece que con
esta ola de calor estamos abocados al silencio
en el teclado del ordenador. El paisaje veraniego se ha tornado árido,
sin perspectivas de cambio de color ya que la lluvia pasa sus vacaciones fuera
de esta tierra nuestra.
Se agrieta y adolece el suelo
vomitando la cosecha sin granar. Llanto sin lágrimas que parece un alarido
salido de sus entrañas. El labrador mira con pesar el desatino del cielo, que
está borrando las huellas de esperanza que
acompañó la siembra. Una y otra vez otea el horizonte donde cielo y
tierra se unen. Impoluto el azul celeste se muestra ajeno a la necesidad de
agua. La flor del girasol, único germen sin nacer aún, quiere beber la vida
para adornar estos eriales panorámicos.
Cereales que alimentan no verán
su harina hecha pan; sus espigas estériles volverán a caer con la caña al suelo de pisada fácil y
triste. La blanca nieve del invierno tampoco cubrió de armiño los hombros de
los surcos y la primavera solo aporta gorjeos y flores para recibir al verano.
Ya no hay cantares labrantines en
el aire, ni las eras se preparan. La ausencia de lluvia benefactora en su
momento ha dotado de palidez los ocres;
murmullos verdosos aparecen espaciados cual melena desaliñada a medio recoger. Como ves, querido Chindas,
el panorama actual causa una cierta tristeza. Las fuentes dejan caer hilos de
plata para que abreven las aves, algún animal ocasional y el vecino que gusta
de lavar su cara con la frescura del agua.
Vacaciones de capitalinos llenando
los pueblos de tertulias en la solana, paseos con el gozo del silencio y el
aire decorando el rostro de salud. A pesar del “mal año”, tú sabes, mi buen
amigo, que recibimos con gusto a estos vecinos ocasionales y les deseamos
felices días compartidos. Que la ola de calor no borre nuestra sonrisa y tu voz
suene vigorosa para que podamos seguir tecleando.
¡Guauu..!, Sí, ya sé que
tenías ganas de estar otra vez en tu página, intentaremos conservar la amistad
de los lectores y que no te olviden.
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