viernes, 6 de abril de 2018

¿DESPOBLACIÓN?


Según dicen algunos sabios, la última glaciación se tradujo en una crisis de subsistencia que padecieron plantas, animales y humanos. La unión del “homo sapiens” y el lobo nos permitió superar la crisis y aumentar nuestras poblaciones mientras los neardentales desaparecían.
Hoy el problema no es un fenómeno natural, sino que está en el desarrollo tecnológico y en su implantación, muy diferente según los diversos espacios y mientras unos crecen desmesuradamente, otros se despueblan.
Si hablamos del mundo, no existe preocupación por la despoblación, más bien nos abruma el crecimiento excesivo de la población.
La tecnología actual, y la que se nos anuncia, permite llevar alimentos y todo tipo de provisiones a cualquier agrupación humana, por numerosa que sea.
En el caso de España tampoco parece que la despoblación sea su problema, al menos de momento.
Así que trenes de alta velocidad, autopistas, medios de navegación marítima y aérea y todo el sistema de comunicaciones permite, y de hecho provoca, la aglomeración y también el vacío, tendencia que se refuerza año tras año.
El fenómeno de inmensas aglomeraciones es más intenso en países en desarrollo que en los desarrollados, como muestra el crecimiento de las grandes urbes latinoamericanas, indias, chinas y hasta africanas. Tal vez porque todas carecen de estructura técnica y económica que abarque todo el territorio con eficacia.
Castilla y León no tiene ninguna concentración urbana que atraiga fuertemente y en conjunto no tenemos gran concentración de empresas y servicios. Somos una región no muy poblada, entre centros más dinámicos como Madrid, País Vasco o la Costa gallega. Y la alta velocidad y la red de autopistas y autovías contribuyen más al vaciamiento que al crecimiento interno. No hay posibles soluciones locales ni provinciales.
Sin embargo, a pesar de nuestras carencias, existen también variables positivas como el alto nivel de profesionales, la educación, la cultura, el patrimonio y la situación geográfica, céntrica y no periférica.
Suponemos que con una voluntad conjuntada de vertebrar una red de nuestras pequeñas y medianas ciudades que funcionen como un todo, dispuestas a crear un espacio pletórico de actividad económica, de creatividad e investigación, de hechos culturales y cuidado del patrimonio, puedan hacer que las personas encuentren aquí trabajo, cultura, entretenimiento y posibilidades de una vida atrayente y satisfactoria. Tal vez así podríamos evitar el excesivo envejecimiento y fijar población cambiando la actual tendencia.
Esta empresa es ardua, pero puede resultar ilusionante.

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