jueves, 20 de septiembre de 2012

EL MOÑO


Quienes pertenecemos a la generación de después de la guerra recordamos a nuestras abuelas, madres, tías y vecinas peinadas con “moño”. Con elegancia y sencillez llevaban su cabello recogido hacia atrás formando una ruleta graciosamente liada. Hay que distinguir el moño de la moña con varias acepciones ésta. Las niñas de la época indicada jugábamos achuchando con incipiente amor maternal a la moña que los Reyes Magos alguna vez nos trajeron.
Muñeca de trapo elaborada con pequeños retales, brazos de palo forrado por manos inexpertas y ojos tan grandes como eran las lentejas. ¡Una maravilla!
Cuando la vida era recalcitrante y fastidiaba de lo lindo se oía decir: “estoy hasta el moño”- Tormenta de desazón, temblores de terremotos ocultos en corazones desalentados, sequedad del alma en aquellas situaciones de carencia, de incertidumbre, de incomprensión o de injusticia.
¿Se repite la historia? No, nada es igual, antes el lujo era desconocido y el bienestar deseado, ahora las manos que rebosaban apenas sostienen el vergonzante mal uso de lo que presumieron, el acomodo alcanzado a cualquier precio se está tornando añoranza.
Amigo mío, qué dilema se presenta ahora a las féminas de este país porque la moda ha ido cortando, alisando, desmelenando y, digo más, hasta los políticos se regodean de que no podamos repetir esa muletilla porque “hasta el moño” ha experimentado los famosos recortes.
Ante ti cabeza teñida, desteñida, rizada, alisada, alborotada; sin el donaire de las cintas que otrora sujetaban el encanto  para desparramarlo  en el lecho y ser acariciado, el peine busca al amanecer tu enfado o tu sosiego.
Sedosa cabellera de equilibrada convivencia, de sencillo laborar, de inquietud por la superación, el estudio, el futuro equilibrado. Con el avance elegante que el viento agita  a la vez que se empeña en deshacer la laca o la gomina de su férrea adhesión, el mundo gira desorientado y la esperanza hecha un nudo con la garra que se antepone  en su mensaje de DES-esperanza.
Olas de plata abarrancan en la sima del desasosiego, mientras, a los girasoles les despide la tierra con un beso de agua recién estrenado tras la inmensa sequía que abortó una gestación plena.
Luces apagadas, marchitas en una estación sin alma, en una vocalización de colores. A mi lado curiosidad de lenguas varias en la estación del Camino que por aquí transcurre. Risas alegres en castellano entender, bastones que apoyan su andanza, mochila repleta de ¡tantas cosas…!
Fuera del lugar el viento sigue azotándonos con idas y venidas  locuaces.

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