Chindas, mira los tulipanes,
apenas despuntan; tímidamente asoman sobre la tierra del parterre, su belleza
está cerca y llegará para poseernos.
Húmeda
está la esperanza alimentada por los rayos matutinos del sol, éste deposita en
ella su primer beso y estimula a crecer. A su lado, los pensamientos de colores
violeta y amarillo, balbucean palabras amigas. Los narcisos observan esa
primavera que se anuncia desafiando el frío de marzo, la lluvia y la tristeza.
Esa
verde alfombra que el cielo pisa, ya decora su capa con margaritas. Tacto de
enamorado intentando conocer su dicha
arrancando uno a uno los pétalos: "me quiere... no me quiere", dulce
respuesta la esperada.
Dos
palomas torcaces, habituales visitantes del patio-jardín, atentas escuchan el
crecer de las plantas. Mi mano acaricia tu lomo y siento que es refrigerio para
tus sentidos, jadeas y la lengua sale de tus fauces rosada y alegre.
Contigo
¡oh tulipán naciente! mi vida se me antoja primeriza. Mis manos atrapar quieren
el aire y asir al sol para que no se escape. En el silencio de la tarde cuando
los pájaros ni pían ni trinan, noto tu aliento sobre mis mejillas renaciendo
así el grito interior de ser amada.
Silencio
de soledad en las tapias de adobe envejecidas, con las tejas grisáceas por la
humedad y el tiempo, anochecen en pleno día al mirar tu resurgir de planta viva
y su ocaso inservible lleno de recuerdos. Una cigüeña cruza nuestro espacio
azulado y claro haciendo sonar sus alas. En el pico lleva una rama o palo, no
lo distingo bien, para seguir reparando su nido, que en sus meses de ausencia
se ha deteriorado.
Chindas,
tenemos que separarnos, quédate un rato más si quieres, tumbado al lado del
parterre contemplando lo que será en conjunto el jardín que intuyes, e intenta
descifrar el lenguaje de las flores que
se señorearán en él. Yo me adentro en la cálida estancia de la casa para enviar
este momento nuestro, o tal vez no es
tal sino simplemente un sueño.
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