jueves, 18 de agosto de 2016

AIRES FESTIVOS RURALES

Llegó agosto, amigo Chindas, con sus calores, brisas y soles. Los pueblos comenzaron a revivir con estos veraneantes hijos del pueblo y algún que otro vecino venido de fuera pero empezando a enraizar en ellos.
Pueblos con sabor a amistad, a acogida. En este nuestro, tan pequeño, se multiplica la población y los chiquillos corretean por las calles con esa libertad que madurará en sus recuerdos.
Apenas comienza el mes y las fiestas locales van dejando caer sus notas de alegría. Cada fin de semana aparecen en el calendario vecino; en el que está un poco distante, en el nuestro. Cada santo patrono ha variado su fecha para estar con todos los que se ausentaron en este mes. Peana parecen del día más señalado, el de la Virgen en su Asunción.
San Miguel, en nuestro pueblo, se coloca con su espada en alto, como defensor de la Reina de los Cielos, otros la circundan simbólicamente, compartiendo la festiva convivencia. Actividades para niños y mayores, bailes regionales transmiten la tradición que, con sus trajes de gala de entonces, chicos y chicas danzan aupando la añoranza en los mayores y vistiendo de colorido y bordados artesanos las plazas o calles.
Los organizadores de los eventos municipales han sacrificado su tiempo en pro de todos y cada uno de los asistentes. Han ideado cómo agradar al paladar del alma para que en cada hogar el ánimo sea o fuese rayo de sol, un hálito de cariño festivo, un abrazo del retorno.
En Requena, Noelia, vicepresidenta, ha dejado caer sobre todos su esfuerzo con la naturalidad de quien sabe darse con una sonrisa, con la amabilidad de agradar intentando dar gusto a todos. Desde aquí, Chindas y yo, la damos un aplauso y un guauuu… lleno de agradecimiento.
Paladea agosto sus días mirando por las ventanas abiertas, un viento suave al atardecer mueve las surfinias que cuelgan de los balcones y el color de sus pétalos se expande por las calles. Corros vecinales comparten, en charlas amenas, las incidencias del día, mientras una bandada de pájaros cruza el horizonte de sus cabezas, “charlando” también de sus festejos.
La brisa y la alegría que se posó en estos días en los pueblos empiezan a disiparse, el trabajo espera y algunos ya partieron a sus casas de invierno. Silenciosas van quedando las puertas cerradas, con su cara lavada y ventanas remozadas.
El viento sigue ondeando la izada bandera. El relámpago de la venida se esconde tras los ojos del primer día y no se va tan fácilmente con esta partida. Los días que quedan de agosto siguen aireando esa presencia y todo lo que se ama renace con el recuerdo.


Aires con sabor rural, auténtico. Luz y sombra acogedora, movidas con la música infinita del corazón festivo, que juega a la alegría y al abrazo. Vacaciones que a la soledad dan esperanza y un futuro presente en la lontananza donde el eco retorna cada día. 

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