jueves, 20 de abril de 2017

SEQUÍA

La lluvia que no llega
Mi querido Chindas, ha pasado la Semana Santa con el sol acariciando tu espalda y hasta con galbana te has tumbado en la hierba. El baño que te diste en el Canal tratando de atrapar a una rata de agua te dejó fresco y los ojos brillantes. Con júbilo exclamaste un ¡guauuu..! de satisfacción, por unas vacaciones tan secas.

Los campos a su vez añoran la noche para apagar la sed que la luz les provoca. Tristeza que oprime e impide asomar la semilla, crecer y vivir. El seno de la naturaleza adolece de agua y el fruto de sus entrañas se debilita. Llanto reseco del suelo; miradas suplicantes al cielo queriendo atisbar alguna nube benefactora.

Los vecinos ocasionales de estas fechas ya han retornado a sus hogares urbanos. Las ruedas de los vehículos rotan por las calles, que poco a poco quedan en silencio, y desaparecen alegrando la carretera.

Los rurales seguimos suspirando por esa lluvia que no llega y la esperanza se desvanece día tras día. Abril, agua mil, oíamos decir cuando eran frecuentes los aguaceros y la cosecha presagiaba bonanza. ¿Se ha perdido también la veracidad de los adagios?

El cinturón empieza a apretarse en la economía familiar. Sueños de renovación en la casa, en el vestuario, en el ocio, se achican con el esplendor del sol que sigue calentando a su manera, hiriendo las reservas acuíferas que sostienen el futuro inmediato.


Calentura a destiempo, mensaje al esfuerzo que no entiende de cambios climáticos, que sembró y vio amanecer el fruto esperado. La tierra mira al labrador suplicando agua y éste, en un llanto sin lágrimas que la empape, le pide calma. Llegará sin duda la nube con su saya parda y regará el jardín de la naturaleza. Las espigas brotarán hermosas y la primavera cumplirá con el verano. 

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