Si
la primera palabra del discurso, el primer concepto, es inadecuada, el resto
del mismo será posiblemente inadecuado.
La
primera palabra con la que se autodefinen los separatistas del catalanismo es
“independentistas” y ya todos empleamos el mismo término. Pero ¿realmente lo
son?
La
palabra independentista se aplica al defensor o luchador por la independencia y
requiere que haya una dependencia o sometimiento a otro o a otros. En el campo
de los pueblos o de los estados, se da cuando uno de ellos es colonia o está
sujeto a un dominio extranjero.
Pero,
por más que lo prediquen, Cataluña no es colonia ni está sometida a España. Es
España. Y lo es tanto por una larga sucesión de acontecimientos históricos,
como por la voluntad democrática de formar una nación con una norma
constitucional aprobada por todos, también por los catalanes, y en ella España
es una unidad nacional libre y democrática.
¿Qué
independencia quieren si no hay dependencia?
Más
adecuado será hablar de ruptura, separación, secesión.
No
pueden invocar el derecho de autodeterminación cuando están voluntariamente
formando la comunidad española. No revindiquen una libertad que han ejercido y
que tienen.
Más
proponer la ruptura, la separación, sí es posible aunque lamentable. Para
llegar a ella habrá que conseguir un acuerdo de todos para reformar la
Constitución y, una vez conseguida la reforma, habrá que acordar el porcentaje
de votos que permitan la separación y el reparto de bienes y obligaciones.
La
ruptura unilateral es un crimen deleznable que rehúsa toda obligación y
responsabilidad y una quimera imposible en un mundo cada vez más globalizado.
¿Qué país ha aprobado su proclamación de independencia?
Si
el primer concepto del discurso separatista es inadecuado llamando
independencia a lo que es ruptura, todo género de mentiras y tergiversaciones
se hace manejable y sugerente en boca de los demagogos, unos sabiendo que
mienten; otros, candorosos, ilusionados en las bellas palabras.
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