jueves, 8 de julio de 2010

Nos queda Portugal

Está avanzada la tarde y aunque hace calor, éste no es asfixiante, pues el tiempo está nublado. Espero a mi socio para salir al campo y dedicarnos a nuestras divagaciones sobre el discurrir de los acontecimientos. Hemos avanzado por la parva del canal y, ¡oh maravilla!, por primera vez mariposas. Las persigo e imprevisibles, me esquivan. En uno de los intentos por alcanzar a una de las más pequeñas por poco caigo al agua.
He estado mariposeando como en un hermoso juego con tan bellas criaturas. Pero puede acontecer que hermosas aspiraciones se conviertan en pasiones, tal vez, peligrosas, tengamos problemas y caigamos al agua,
Justo cuando estábamos atareados en reordenar nuestra economía con tanto paro y estrecheces de muchos, se desata con ímpetu el tema de la organización política del país con el guirigay sobre la sentencia del tribunal constitucional sobre el Estatuto de Cataluña.
¿Tan mal nos sentimos los ciudadanos con lo que somos, o es que algunos políticos se dedican a crear o a agigantar los problemas y aparecer como los salvadores necesarios?
Siglos llevamos como una comunidad política, con logros y fracasos y no el menor nuestra guerra civil y la falta de libertades durante larguísimos años.
Este es un país plural y hermoso, formado por gentes distintas, enraizados en sus tierra y tradiciones, y por fin nos pusimos de acuerdo en organizar nuestra convivencia buscando el bienestar común y la pluralidad con sus lenguas, sus tradiciones, y llevamos ya más de tres décadas de democracia con sus muchas virtudes y sus defectos que también le dan un cierto saborcillo.
La nación española, es decir, los españoles que tienen derecho a participar, se ha dado un marco legal que es la constitución. Porque esto es legalmente la nación, el sujeto de la soberanía, es decir el conjunto de los ciudadanos que participan o pueden participar por sí mismos o por sus representantes en su autogobierno.
Otro sentido de nación que cultivan los nacionalismos, como una realidad en sí misma basada en ciertas características, puede ser muy respetable pero no es el sentido tan austero, sin ideologías ni sentimientos de los textos constitucionales democráticos. Así que los nacionalistas riojanos o extremeños, si por casualidad existen, que no se sienten españoles son miembros de la nación española con todos sus derechos. Cuando nos constituimos en régimen democrático, una gran esperanza e ilusión se generó en el país y la constitución fue votada mayoritariamente en los cuatro puntos cardinales, creyendo que habíamos llegado al equilibrio entre el bienestar general y las aspiraciones de las comunidades autónomas.
Por supuesto que estas comunidades pueden perfeccionar sus estatutos dentro del marco constitucional, pero si quieren cambiar este marco general, tendrán que contar con la voluntad soberana del conjunto de los ciudadanos
Si se está creando un marco europeo y queremos estar en Europa, deberemos aceptar ese marco que soberanamente estamos creando, aunque a veces despotriquemos de las “imposiciones de Bruselas” pues es imposible desarrollar una Europa a la carta. Extraña, pues, la reacción ante una sentencia del tribunal cuya misión es determinar si ciertas leyes respetan el marco constitucional o lo violentan... Pero no se puede esperar otra cosa de los nacionalismos que basan su existencia en la bondad de lo suyo y la rémora que supone la pertenencia a una unidad más amplia.
Todo nacionalismo tiende por naturaleza a la independencia y es legítimo, aceptando una soberanía más amplia por necesidades circunstanciales. Y tienen derecho a pedir que se modifique el marco o a marcharse del mismo si es viable.
¿Se podría crear, entonces, una mayoría manifiesta independista? Sí. Imaginemos este juego deslumbrante: por una parte se dice que aspiramos a una Europa más activa y con más competencias, por otra se piden más poderes para la unidad autonómica. El estado actual queda constreñido y sobra Que estupendo que el presiden te de Murcia tenga el mismo tratamiento que la canciller alemana.
Sigamos imaginando: con una Cataluña independiente España dejaría de ser España además ni Andalucía ni Galicia, ni Aragón ni nadie querría ser menos. Diecinueve nuevos estados que deben negociar el reparto del ejército y sus compromisos internacionales, la policía, los funcionarios, las embajadas, los museos, el patrimonio, las empresas públicas y la deuda del estado. Las empresas privadas deberían crear diecinueve nuevas delegaciones para responder a los regímenes fiscales.
Y habría que negociar con Europa los derechos de voto, los parlamentarios, las cantidades contributivas los fondos europeos, si es que Europa quisiera negociar, tanto por lo complicado de una Unión de cuarenta y tres estados como por el mal ejemplo para otras regiones europeas que querrían también la independencia.
¿Nos dejarían seguir en Europa o por tanto perseguir mariposas nos dejaría caer al agua?
Si esto pasase, no nos angustiemos. A Castilla y León aún nos queda Portugal, nos integramos a ellos y seguimos en Europa.
Está lloviznando y no hay mariposas. Desde el pilón del agua vemos que Charli, un enorme y hermoso perro, amable con las personas, matón con otros chuchos, tiene su media hora de asueto y recorre las calles. Esto sí que es un peligro y no merece la pena enfrentarse a él. Bajo la llovizna volvemos por la chopera hacia el canal, haciendo tiempo.
Anochece, la llovizna cesa y amortiguados el calor y la luz, qué de carreras, de revolcones, de saltos. Cuando volvemos me resisto a entrar en el corral.
Evitados los peligros qué satisfactorio que ha sido el día.

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