jueves, 15 de septiembre de 2011

Grajos

Grajos
Estamos casi al final del periodo de la media veda de caza, por ello salgo menos al campo, para no estorbar a los cazadores. Hoy no es día de caza y hemos recorrido el campo durante más de dos horas. Se ven menos aves y estas están nerviosas y asustadizas, que apenas vemos unas palomas en las eras del pueblo, algún pato, varias perdices y dos bandadas de tordos en la lejanía. Solo dos especies se muestran ufanas y desafiantes: los gorriones en las calles y patios pues no hay tiros en el poblado, y los grajos que se saben ajenos a las apetencias de los cazadores y llenan el espacio con sus destemplados y ásperos graznidos.


Este espectáculo nos hace recordar el cómo están nuestros dirigentes a la caza de soluciones para la dichosa crisis y tienen a los ciudadanos como asustadas avecillas temiendo que los disparos les alcancen a ellos. Solo los “mercados” siguen graznando exigiendo contención, ahorro, medidas drásticas para que puedan tener estímulos para sus inversiones.
Los mercados financieros ¡santo Dios! que este término es usado como la explicación inexplicada de todo lo que acontece en el campo de la economía: que hay que ahorrar, el mercado lo exige; que hay que premiar a los plutarcas para atraer inversiones, el mercado lo exige; que hay que abaratar el despido, exigencia del mercado; que hay que blindar el puesto de los ejecutivos, exigencia del mercado; que hay que enmendar la constitución, el mercado lo exige. El mercado es el dios al que todo el mundo tiene que honrar y servir o la Naturaleza con sus leyes inmutables y necesarias. ¡Anda ya! que nos creen estúpidos y de tanto tratarnos como tales, nos lo estamos creyendo.
El mercado no es más que el sitio y la ocasión en que los hombres intercambian bienes. Para facilitarlo se inventó el dinero como instrumento útil, y el instrumento se ha convertido en un bien y ya hay un mercado del dinero en que la gente que tiene más del que puede gastar, lo puede prestar a modo de inversión que le produzca un beneficio.
El mercado no es ni dios, ni la naturaleza, sino una creación humana para resolver mejor sus necesidades, y como todo instrumento humano ha de estar al servicio del hombre y no al revés. El mercado ha de tener sus normas para impedir estafas, injusticias y crímenes, es decir para salvaguardar la libertad del intercambio y así sucede en el mercado de bienes.
Pero, ¡oh despropósito supino! Los agentes financieros, que son personas o sociedades regidas por personas concretas, en especial los agentes más poderosos, exigen la total desregulación de sus operaciones de intercambio y con la desfachatez del prepotente poder cometer toda clase de tropelías justificadas en el libre juego de oferta y demanda. Pero no hay libre juego si unos disponen de la sartén y del fuego, y el pescadito es para el que lo fríe.
Y en esta libertad del mercado venden productos fantasía que no tienen detrás ningún bien, auténtica lotería pero trucada, ya que pueden influir en el número de la suerte. Es el caso de las “primas de riesgo” que no aseguran nada y de paso pueden poner la pieza de caza a tiro poniendo a los países los pies de los mercados. Otras veces venden productos basura creando fondos de inversión con hipotecas de riesgo, lo que causó la crisis. Este mercado permite el acuerdo de los agentes para imponer precios. Además nos convidan a todos a entrar en este mercado infernal manipulando nuestras pulsiones de emoción del riesgo y de los juegos de azar.
Por si fuera poco los capitales acumulados tan escabrosamente pueden ocultarse en paraísos fiscales y evitar impuestos.
Semejante pandemónium de avaricia, ambición y necedad, nos ha llevado a la puerta del abismo con la crisis mundial.

Y hemos llegado a la última de las maravillas: en un primer momento todos apostaron por regular los mercados, pero como la economía está basada en el mercado, en el intercambio, era necesario salvar el sistema y a la banca financiera... Salvada ésta, nos acogotan, y de la regulación del mercado ni el recuerdo, y a esperar la hecatombe, y esperemos que ésta sí obligue a regular el sistema financiero para una auténtica libertad.

Aquí seguimos indignados y cabreados deseando que se deje de disparar contra tórtolas y codornices y se orienten los disparos a las aves de duros picos y poderosas garras.
Vamos a ello.

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