jueves, 8 de septiembre de 2011

La palabra

Septiembre llegó y con él un nuevo comienzo. Cuando salgo a las calles de Requena me encuentro con las personas de siempre. Los habitantes del verano ya se van yendo. También el campo comienza un nuevo ciclo. Se aran los rastrojos preparando la sementera y sólo queda el cosechar los girasoles.

Los niños que nos han visitado han desaparecido. Comienza la escuela y como aquí no hay matrimonios jóvenes, los escolares han vuelto a su lugar de residencia.
Mi socio se dedicó a la enseñanza y en fechas como estas el tema de nuestras pláticas revierte en el curso natural de lo que fue y es parte de su vida, la escuela. Y en esta ocasión nos entretenemos con la palabra.

Y es que el hombre llegó a serlo con el lenguaje, cuando comenzó a nombrar personas animales y cosas; acciones, cualidades y relaciones; sentimientos y creencias. A través del símbolo que es la palabra se apropió de la realidad, de alguna forma la dominaba. Sin estar presente, por la palabra la puede hacer presente y la puede comunicar.
También el niño se desarrolla como persona a través del aprendizaje de la comprensión significativa y del uso cada vez más adecuado de la palabra. Esa es la base de las capacidades auténticamente humanas que poseemos. De suerte que esa etapa infantil es tan importante en la formación de las capacidades de las personas. Todos nuestros conocimientos tienen su base en la palabra, símbolo mental más o menos perfecto de la realidad que puede comunicarse oralmente o a través de otros sistemas visuales.
Toda simbología significativa es palabra. Lo son los idiomas, los números, el lenguaje matemático y el musical.
Toda experimentación, todo adelanto científico o tecnológico, toda elucubración económica, social, filosófica o artística tienen su base en la palabra. No se consigue el avance científico hasta que logra expresarse en una exposición adecuada, (comunicados científicos) a veces en nuevas fórmulas y símbolos que incrementan el caudal de la palabra.
La palabra es también el núcleo central y dinámico de la educación. El avance en el dominio de la palabra es arduo. Implica dedicación, intensidad y esfuerzo. Pero es ilusionante y gratificante. Basta observar la ilusión del niño al descubrir el lenguaje, la alegría del estudiante cuando entiende el lenguaje matemático, la emoción del investigador que llega a una nueva fórmula científica. Toda la educación consiste en propiciar el desarrollo posible de su propio lenguaje. Este es social, lo recibimos, está estructurado y sirve para la comunicación. Pero es propio, personal, cada cual tiene su propia comprensión significativa tanto del núcleo profundo de su significado como de sus cualidades. Con este lenguaje social el estudiante va estructurando su propio lenguaje y hasta será capaz de crearlo.
Hoy se habla mucho de la imagen, de los procesadores, del conocimiento de varios idiomas, expresión formal de diferentes códigos lingüísticos. Vale siempre que no distraiga, sino que colaboren con el núcleo humano de la palabra significativa.
“Una imagen vale más que mil palabras”. Sí, siempre que existan las mil palabras, sin ella es igual la imagen que tienen las gallinas y las personas. Los procesadores almacenan información la relacionan y calculan de forma muy superior a nuestras capacidades. Sí, pero de nada nos sirve si no poseemos un sistema personal de lenguaje.
Comienza el evangelio de San Juan. “Al principio era la Palabra, y la Palabra estaba en Dios, y la Palabra era Dios."

Pues bien, hemos sido creados a imagen de Dios ya que también en nosotros existe la palabra, y para todos, aún para los que no creen en la Palabra, la dignidad y la realización humana están en la palabra.

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