Saludo matinal a la puerta de
casa. Primera sonrisa que genera la compra sin esfuerzo. Cada día el claxon del
panadero va patinando con alegría por las calles; su sonido despierta y
acelera nuestros pasos. Caliente aún el
pedido, reconforta las manos y crujiente acompaña al ansiado desayuno.
Trigo
molido, fermentado y amasado en la noche, horneado al amanecer con sabor
artesano, con la complacencia del mundo que se nutre de él. Espiga, espejo
que refleja el cielo en su destino; dorado mechón que rizado cae y torna su
esbeltez en soporte vital del ser humano.
Nueva llamada aparece con olor a mar, con ojos
brillantes y escamas relucientes. Entre hielos y convivencia obligada, la
variedad de pescados nos miran con esa complicidad del querer salir de ese
encierro y nuestro deseo de saborear sus plateadas carnes. Vienen felices a
nuestra cocina porque su alma, al ser aupado en el aire, se torna parte de otra
parte para vivir dos veces.
Añoranzas de experiencias en los abismos del piélago,
silencios en lonjas, sosiego y expectación en el camino que les adentra en la
meseta. Mar de tierra y aire, de fuego y mesa.
Caminando el reloj sus horas, sin
moverse de su atalaya en la torre de la iglesia, otro vocerío acústico anuncia
su mercancía. Nuevamente el monedero despierta de su letargo y sin delantal
sobre la saya, el ama de casa sale al encuentro del proveedor de frutas,
verduras, conservas, droguería...
Pluralidad
de sabores, de olores encerrados, de ofertas generosas para el quehacer doméstico.
Camión con nombre incorporado del dueño que recorre los asfaltos de las
carreteras para traer a estas minúsculas poblaciones su amable servicio e
intercalar así su beneficio.
Rutas de paisajes solitarios, de hojas caídas en el
otoño, de puertas acorazadas al frío invierno y entreabiertas unas pocas a la
comunicación de subsistencia.
Fin
de semana, salidos de tenadas o mercados a gran escala ,llegan los balidos
silenciosos de los corderos, los gruñidos de los gorrinos, el muuú... de los
terneros o sus padres y nuevamente, esta vez en la plaza de la iglesia, los
vecinos acudimos a abastecernos para la semana.
Comentarios
de amistad ganada por los años de venida al pueblo de este mercader de filetes,
solomillos, salchichas, jamón... Jugos gástricos en el tobogán del esófago
reteniendo en su memoria esos paseos
maravillosos de alguna comida especial llegada hasta el.
Tierna venida a la mesa de sustanciosos majares,
carnicero de carne fresca en la balanza de plato, arrullos de nanas y
corderitos algodonados. Paladar satisfecho, gozosa siesta anunciada.
Coronando este reencuentro alimentario, otro hay no
menos placentero. Del Bibliobús se trata. Fiel cual ninguno por los muchos años
que se allega a saciar los tiempos de ocio, que muchos son. Viene entregando al
espíritu la riqueza de las letras y abriendo horizontes inalcanzables que de
otro modo no serían factibles y con ellos revolotear en la imaginación más
preclara de muchísimos autores.
Proveedores del calor que no mencionamos, de la vida
señalada, de los murmullos de la amistad y del conjunto que enarbola la
existencia feliz de los micro pueblos haciendo que sigan marcando las pautas de
canciones exentas de caducidad. En el belén de este años seréis parte del mismo
con todos nosotros. Gracias por vivir a nuestro lado.
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