Romance de
"delicatessens", exquisiteces nuestras, en el molino del cuerpo.
Fuera hedonismo del placer gastronómico; perifollos y oropeles que dejan hambre
en la mesa pero recrean la vista.
Exaltación
de la cocina moderna que arrincona la palabra cocinero para llamarlos
"chef" e igualmente margina la comida tradicional que llenaba el
plato hasta paliar el hambre, bien con un buen cocido o con guisos y verduras.
¡Ay pobres pobres que vemos pasear por la tele esos cuadros (hoy todos los Chef
son pintores del paladar) cada vez más sofisticados revestidos de polvillo de
oro, adornados en el centro de los platos como gotas de lluvia en tiempo de
sequía y que a los pudientes les gusta paladear y hacer gala en su sociedad
dejando atrás los mencionados manjares de la cocina de la abuela o el buen
yantar de los pueblos!
Salud
fuera de plató con añadidos al llegar a casa, lisonja que ocupa espacios y
espacios en los medios elevando la actividad al más alto grado de
"cultura" nacional. Loable profesión pero, una más, en la cadena de
servicios a la comunidad.
Palpar quiero el pan y sentir la mano del labrador que
cultiva el grano que le hace posible, gustar los frutos que la naturaleza
otorga a la tierra y acerca esa misma mano a nuestra mano. Oír el cántico del
fuego danzando en la cocina dando hervor al agua que borbotea entre risas con
los alimentos; experimentar el aroma que las carnes o pescados nos acercan al
paraíso de donde proceden y, finalmente, sin más aparejos que la sencillez, ver
sobre la mesa el plato compartido de la unidad familiar.
Estómago
agradecido en horas puntuales sin aspavientos en media mañana o tarde,
pero también meloso con el paladar, inseparable tobogán que le recrea.
Distribuidor amigo de otros horizontes que facilitan vivir con alegría y pasear
erguidos por las avenidas del aire y las flores.
Sin
elevar tanto las cotas de la maestría de algunos que sacian hasta cambiar de
canal en televisión, demos al mundo el gusto de la sensibilidad por todas las
artes que alimentan el espíritu y llevan
a la sociedad a algo menos prosaico, otorgando a todos sus sentidos la dinámica
de la "cultura" con mayúsculas.
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