jueves, 4 de diciembre de 2014

ADVIENTO

         
           Con sonrosado semblante el adviento prepara la mesa. Cuatro domingos, cuatro velas como preludio a la festividad de la Navidad con mayúscula. Creyente o no esas "vacaciones" son aceptadas con placer. Para los cristianos el amanecer de Dios entre nosotros tiene la proyección de la esperanza en la eternidad futura. Días de gloria en el alma que se recrea, que recibe el gozo regalado de la amistad, del apretón de manos en el saludo, del beso del afecto.
            Adviento que anuncia desde la lontananza del tiempo, ha siglos ya, el mensaje de la dignidad a nuestro alcance, el respeto para todos, la ayuda mutua y esa infinidad de valores que llevan al bien común. En un pesebre es recostado, pobreza emigrante; aleluyas de vida, niño llorando. Padres con lágrimas y ternura en los brazos. Pasará esta semana y detrás la otra y otra, y otra más hasta oír ese primer llanto que acomoda los pulmones para vivir y enseñar la plenitud de existir haciendo el bien.
            En esta espera maternal las sensaciones se acrecientan, la familia anhela esa llegada y preparan la cuna... Camino largo con polvoriento e incómodo traqueteo; entrañas llenas de fragilidad y esperanza. Noche anunciada y dictado del César que obliga a cumplir . Humildad que acata con sacrificio la orden. Ayer como hoy la política maneja los destinos sin condicionantes que liberen las obligaciones. Adviento, compás de espera entre el antes y el después de Cristo. Hito inesperado en las gentes sencillas, en los mandatarios, en los vecinos y parientes. Un niño más en el mundo y un acento imprescindible en la historia.
            El cielo se tachona de estrellas y una fugaz se desliza con premura por el firmamento hasta llegar a posar sus labios en la frente de ese pequeño. Cual hada madrina lleva tras sí la mirada de poderosos y sabios y entre balidos en las majadas y cánticos angélicos el cuadro escénico se magnifica a pesar de la penumbra del lugar.
            Infantil mirada, brazos deseosos de caricias y mimos; fuera del lugar, indiferencia. Fue y será la noche del comienzo de la luz cada año conmemorado, cada adviento que prepara el candelabro con la festiva ilusión de la esperanza.

            Si ríes y eres feliz sorteando los escollos de la vida, mira a lo lejos de tu infancia y abraza aquella historia con la que tu madre te acunaba.

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