jueves, 3 de septiembre de 2015

FLORA PALENTINA

Vestida de fiesta está la flora que laderas y monte engalana.
Luis Merino Linares la retrata y detiene sus cálices llenos
de belleza resguardada.
Amanece el día y el objetivo busca el placer del hallazgo.
Cae la tarde y la luz que se apaga, resalta la mata que se oculta
en silenciosos pasos hacia el sueño.
San Antolín llena plazas y parques de griteríos y jarana,
los poetas y artistas sobrevuelan estos ruidos
y enjeretan lo que subyace en esos oropeles del aire.
Reja, Paniagua, Capel, Cuesta...
endulzan el paladar de la mirada
y las fiestas se tornan espejos de esas silenciosas flores
que configuran la floresta.
Recita el pájaro la oración matutina
y el sol besa con ternura los espejuelos del agua.
El tomillo y el romero se disputan la proximidad
con lavanda y la manzanilla.
Rincones maravillosos de sobriedad aparente
dejan escapar la luz sobre el río o el Canal
y unas hojas de chopo amarillentas
asoman su rostro de despedida.
Caen al agua pausadamente
con voluntad asumida,
caen y vitorean gracia.
Brillo en los ojos,
emoción en el alma.


Chindas, como canino no entiendes de estos pareceres hermosos en los que el ser humano se recrea, pero has de saber que sin la flora, la opacidad de la tierra perdería su aroma de colores quedando sumida en la tristeza de la soledad. La fauna, que a ti tanto te atrae, sería huérfana de escondites, de refugios, de oasis.

Palencia alberga especies que recrean la montaña, las llanura. Mesetas que engalanan al aire en sus bajadas y subidas, para ostentar junto al cielo el plantel de la esperanza.

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