Vestida de fiesta está la
flora que laderas y monte engalana.
Luis Merino Linares la retrata
y detiene sus cálices llenos
de belleza resguardada.
Amanece el día y el objetivo
busca el placer del hallazgo.
Cae la tarde y la luz que se
apaga, resalta la mata que se oculta
en silenciosos pasos hacia el
sueño.
San Antolín llena plazas y
parques de griteríos y jarana,
los poetas y artistas
sobrevuelan estos ruidos
y enjeretan lo que subyace en
esos oropeles del aire.
Reja, Paniagua, Capel,
Cuesta...
endulzan el paladar de la
mirada
y las fiestas se tornan
espejos de esas silenciosas flores
que configuran la floresta.
Recita el pájaro la oración
matutina
y el sol besa con ternura los
espejuelos del agua.
El tomillo y el romero se
disputan la proximidad
con lavanda y la manzanilla.
Rincones maravillosos de
sobriedad aparente
dejan escapar la luz sobre el
río o el Canal
y unas hojas de chopo
amarillentas
asoman su rostro de despedida.
Caen al agua pausadamente
con voluntad asumida,
caen y vitorean gracia.
Brillo en los ojos,
emoción en el alma.
Chindas, como
canino no entiendes de estos pareceres hermosos en los que el ser humano se
recrea, pero has de saber que sin la flora, la opacidad de la tierra perdería
su aroma de colores quedando sumida en la tristeza de la soledad. La fauna, que
a ti tanto te atrae, sería huérfana de escondites, de refugios, de oasis.
Palencia
alberga especies que recrean la montaña, las llanura. Mesetas que engalanan al
aire en sus bajadas y subidas, para ostentar junto al cielo el plantel de la
esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario