¡Ay, Chindas! cuánto dolor aflora
de las minas del nepotismo, de la ideologías imbuidas a base de dominio, de los
egocentrismos y todas esas lacras que subyacen por los cauces internos de la
ínfima educación social que existe en algunos lugares del mundo.
Guerras
que arrebatan la dignidad y siembran de cadáveres y huidas los países en
conflicto. Raíces quebradas que tratan de salir del horror, se asoman a
fronteras extrañas esperando un mendrugo de paz. Se hacinan dándose calor
humano y esperan con los ojos abiertos la mano tendida de la solidaridad
humana. Pies llagados insensibles al dolor pisan tierra desconocida y en el
llanto de sus almas se aferran a la esperanza.¡Vivir! palabra elocuente;
no importan los sufrimientos que dejar la casa, su lugar sagrado de infancia,
los retazos repartidos de la familia y su patria les ocasiona, ahora sólo hay
una meta: alcanzar la libertad de vivir sin el yugo del opresor. La patria son
ellos con su cultura y sus sentimientos. La familia la traen en el corazón y
con ella, de nuevo, la esperanza del reencuentro.
Refugiados
a merced de las políticas, de las dudas ciudadanas, de los temores que en cada
país suscitan. Hambre de acogida se esconde en cada valija de trapo, en
cada mochila que se balancea en los hombros o espalda haciendo acordes los
sentimientos de llegar a la meta. Elocuencia en cada rostro que nos mira a
través de los medios de comunicación, reflexión tras las noticias tan dolorosas
como la impotencia individual de sentir su situación. Cuando estos
acontecimientos se colocan a nuestro lado ¿es posible pensar que existe en este
planeta la cordura?
No
sé, Chindas, si puedes entender tantos despropósitos como las guerras generan,
cómo unos insensatos seres humanos roban
la inocencia, frustran y doblan las mentes sencillas y arrancan de raíz los
horizontes de equilibrio existencial.
Quince
mil seres humanos se unirán en pocos días a nuestro devenir diario, "son
muchísimos" se oye comentar con más o menos aceptación y si compartir su
drama personal esperamos que regresen pronto a sus lares. Triste realidad la
nuestra si vivimos de cara a la comodidad y a la indiferencia. Sé que escribir
es fácil y ser solidario no tanto, pero si somos capaces de hacer una cadena
humana de ayuda, si aportamos una sonrisa de proximidad, un mundo nuevo se
abrirá para ellos y ese gesto afianzará su confianza en el ser humano que
abraza su indigencia, su desconocida identidad.
Torrentes de lágrimas sin salida
buscan tu mirada. Su desorientación busca tu mano para seguir a ciegas, en la
noche de su infancia adulta a la fuerza. Apoya con el corazón y una sonrisa
entrará en nuestro país en son de paz.
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