jueves, 24 de septiembre de 2015

REFUGIADOS

        ¡Ay, Chindas! cuánto dolor aflora de las minas del nepotismo, de la ideologías imbuidas a base de dominio, de los egocentrismos y todas esas lacras que subyacen por los cauces internos de la ínfima educación social que existe en algunos lugares del mundo.
            Guerras que arrebatan la dignidad y siembran de cadáveres y huidas los países en conflicto. Raíces quebradas que tratan de salir del horror, se asoman a fronteras extrañas esperando un mendrugo de paz. Se hacinan dándose calor humano y esperan con los ojos abiertos la mano tendida de la solidaridad humana. Pies llagados insensibles al dolor pisan tierra desconocida y en el llanto de sus almas se aferran a la esperanza.¡Vivir! palabra elocuente; no importan los sufrimientos que dejar la casa, su lugar sagrado de infancia, los retazos repartidos de la familia y su patria les ocasiona, ahora sólo hay una meta: alcanzar la libertad de vivir sin el yugo del opresor. La patria son ellos con su cultura y sus sentimientos. La familia la traen en el corazón y con ella, de nuevo, la esperanza del reencuentro.
            Refugiados a merced de las políticas, de las dudas ciudadanas, de los temores que en cada país suscitan. Hambre de acogida se esconde en cada valija de trapo, en cada mochila que se balancea en los hombros o espalda haciendo acordes los sentimientos de llegar a la meta. Elocuencia en cada rostro que nos mira a través de los medios de comunicación, reflexión tras las noticias tan dolorosas como la impotencia individual de sentir su situación. Cuando estos acontecimientos se colocan a nuestro lado ¿es posible pensar que existe en este planeta la cordura?
            No sé, Chindas, si puedes entender tantos despropósitos como las guerras generan, cómo  unos insensatos seres humanos roban la inocencia, frustran y doblan las mentes sencillas y arrancan de raíz los horizontes de equilibrio existencial.
            Quince mil seres humanos se unirán en pocos días a nuestro devenir diario, "son muchísimos" se oye comentar con más o menos aceptación y si compartir su drama personal esperamos que regresen pronto a sus lares. Triste realidad la nuestra si vivimos de cara a la comodidad y a la indiferencia. Sé que escribir es fácil y ser solidario no tanto, pero si somos capaces de hacer una cadena humana de ayuda, si aportamos una sonrisa de proximidad, un mundo nuevo se abrirá para ellos y ese gesto afianzará su confianza en el ser humano que abraza su indigencia, su desconocida identidad.
            Torrentes de lágrimas sin salida buscan tu mirada. Su desorientación busca tu mano para seguir a ciegas, en la noche de su infancia adulta a la fuerza. Apoya con el corazón y una sonrisa entrará en nuestro país en son de paz. 

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