Tal vez, querido lector, digas
que ya está bien de hablar de la santa castellana, pero siempre hay un pero que
justifica dedicarla una líneas. Primero, por ser una mujer de Castilla la Vieja
con arrestos para renovar determinadas cosas a su alcance que precisaban
reforma y, segundo, por su habilidad con
el cálamo en la descripción de sus pensamientos.
Quinientos
años balanceando su figura, biografía contada de mil maneras, entredichos y
apasionados relatos de espiritualidad hacen de esta monja una excepcional
persona que convivió a ras de calle con las gentes, que lloró y sufrió la
incomprensión, que adelantó el futuro haciendo caminos nuevos.
Teresa
de Cepeda, en su convento llamada Teresa de Jesús, supo descalzar sus pies para
pisar la realidad, vestir el tosco sayal pardo para que su cuerpo no se
acomodase a las finas telas del mundo fácil y dirigir con sabiduría a sus
fieles, dando al mundo un ejemplo a seguir.
Agua
clara que mana de las montañas del alma baja a raudales y con timidez llega a
las gentes. Ríe el tobogán de la gracia y salpica a su paso, en cascada, a las
piedras que en guijarros se quebrantan. El oasis de plenitud que la fe ha
creado en torno a la figura de esta monja andariega, como llegó a llamársela, ayer
como hoy, es deleite entrar en él. Ideas claras en su hacer aparecen como
palmeras sobresaliendo, intentando que el celeste horizonte roce sus vidas,
mientras el agua limpia y transparente de su legado carmelitano refleja la
profundidad y sensibilidad de su entrega. "Quien obra puede
equivocarse, pero quien no hace nada ya está equivocado".
Ávila y Alba de Tormes festejan como mejor saben este
V centenario de su nacimiento, exposiciones, recuerdos..., el corazón de la
santa sigue latiendo al compás de la fe, de la curiosidad y de la admiración de
cientos de turistas. Frases suyas quedan grabadas como mensaje cultural: "Lee
y conducirás, no leas y serás conducido." Inteligencia en época de
sequía, especialmente para las mujeres. Izar la bandera de la educación le
costó esfuerzo y tenacidad para luchar contra corriente. Siglos ha costado
reconocer estos valores.
Sí,
Chindas, esta monja usó su vida en pro del prójimo, remarcó la fe con aires
nuevos de profundidad y respeto, de desobediencia obediente y, como solía
decir," de devociones absurdas y santos amargados, ¡líbranos
Señor!". Dicen que era de carácter abierto y jocoso, muchas de sus
frases recogidas lo demuestran.
Santa
que en zapatillas emprendió el camino eterno/, acá quedó el cálamo solitario en
el tintero/, páginas en blanco esperando su regreso/. Queda la luz apagada/
queda la vida en silencio/. Hoy las campanas voltean pero sonando a vítores en
su recuerdo/ tañen con algazara porque cuando la bondad se recuerda/ para qué
sonar a desencuentros.
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