jueves, 8 de octubre de 2015

LA BERREA - EL ARTE DE SEDUCIR

       Chindas, hoy te has escapado por las calles y estoy muy enojada contigo, igual que tu amo al que miras a distancia para que no pueda llevarte a casa. Tal vez también ha llegado tu momento de buscar "encuentros" como sucede con los ciervos, corzos y demás cérvidos.
            Atracción turística en el norte para oír la berrea, contemplar si es posible esa lucha de los machos jóvenes por arrebatar el harén al macho hasta ahora dominante y paladear esa sensación, que no sólo a ellos, hace soltar adrenalina en las montañas palentinas.
            El aire se llena de sonidos que aglutinan pasión, mensajes y fortaleza. Llamada al encuentro que da plenitud a su existencia; hembras con el remusguillo amoroso en expectativa, ser parte del harén del ganador es el gozoso esperar de cada otoño. Tierras ocres enmarañadas con verdes azulados de árboles y arbustos, cascadas de frenesí sobre sus patas, presencian el enfrentamiento de  los machos por conseguir el trofeo del dominio sobre las débiles y deliciosas hembras que agrandan sus ojos ante su figura de cornamenta elegante llena de significado.
            Seducir "berreando" es música de altura llena de aromas de tomillos, brezos, tierra húmeda y jaras de colores. Armonía en la bravura de los choques astados, juego azorado entrelazando puntas, ímpitu de ansiedad dominante. Laderas mostrando las siluetas de las expectantes "damiselas" que con el corazón en vilo esperan la victoria del amado en potencia. El azul del cielo corona sus testas dando al paisaje el orgullo de la belleza sin mácula. En el atardecer son los tonos rosáceos tachonados, que el sol deja de regalo a la magnífica victoria del ganador, los que agrupan la manada que pertenece al nuevo dueño de sus amores.
            Berrea, llanto dolorido del vencido, decadencia emocional que envejece sus ansias de rejuvenecer cada otoño, de ser señor y dueño del harén logrado. Berrea, colorido del celo que alcanza el éxito del apareamiento y acrecienta el placer de la victoria.
            Tú y yo, amigo Chindas, desde este pequeño lugar que habitamos el único gemido que conocemos en esta época es el de los gatos por la noche, que igualmente luchan por una gatita saliendo maltrechos, con arañazos por todas partes y no sabemos si triunfadores o vencidos.

            Eco en los peñascos de bramidos impactantes/ retumbar de gargantas que suavizan su llegada a las orejas erizadas de la primavera otoñal. Cántico que amanece con esperanza y termina al atardecer llenando de fertilidad la vida.

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