Querido Chindas:
Ha aparecido en el pueblo un
congénere tuyo, pero en galgo, abandonado a su suerte por algún cazador furtivo
o con mala baba. El pobre está famélico, no sabemos cuántos días ha quemado el
hambre su cuerpo dejando su bondad al descubierto. Su mirada es una súplica y
su caminar es una aproximación al afecto. No teme, sólo espera una mano amable
que le de alimento.
Sin
duda Galgo (desconocemos el nombre que le dio su amo cuando era cachorro) dejó
de ser útil aún siendo joven y quedó olvidado en estas llanuras de Castilla. Su
figura esbelta y frágil, de color atigrado, habla de carreras, de patas pisando
al viento los talones de la prisa y el premio, liebre asustada y juguetona
zigzagueando el horizonte buscando el escondite perfecto. Jadeos, esfuerzo y
¡al fin! pieza lograda para el amo. Elegante empuje de libertad, fuerza y
belleza parangonando los amores del aire y la naturaleza.
Junto
a una tenada vacía su soledad se hizo presencia y Mari Paz, amante de los
animales, sintió el dolor herido del perro visitante. Dócil y triste siguió su
llamada, él tan veloz, se amilanó caminando despacio, buscando protección y
cariño.
Larga
espera la de la noche sin sueño, paisaje de cuatro paredes, ojos muy abiertos
intentando que la luna no creciera a sus espaldas y le llevase dolorido al
infinito cielo perruno. Amanece con vida, ¡qué éxito! y un hálito de esperanza
le remueve. La Protectora está en camino, un nuevo hogar aparece en lontananza
y, sí Chindas, Galgo volverá a su deporte favorito, correr y correr, no en vano
es un atleta reconocido y alguna vez a su mente vendrán estos dos días en la
localidad del silencio con alma donde se le ha dado cobijo y afecto.
Junco del arroyo es tu imagen, torbellino son tus patas,
tu cabeza pincel de Velázquez y todo tú arpegios en los páramos.
Por todo
ello, mereces seguir viviendo ¿Opinas
igual que yo, amigo mío?¡Hasta la próxima semana!
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