viernes, 1 de enero de 2016

GARGANTILLAS DE COLORES

          Termina el año, amigo Chindas, y el collar de los días es desengarzado quedando las gargantillas desparramadas. Cada una tenía un color que estimulaba y embellecía a la de al lado; aquellas de tono oscuro, aparentemente menos llamativas, daban un toque de distinción en momentos especiales, como el dolor que unido a la esperanza remonta el vuelo plagiando al Ave Fénix. Joya es la vida, cadena que se prolonga desde la amanecida hasta el ocaso. Orto de auroras boreales en la familia que cada año contempla cómo el sol va declinando su recorrido hasta dormir en el atardecer.
            2015 se va de nuestro lado, cubierto con la capa raída de los acontecimientos colectivos que marcaron sus vivencias, dejando al invierno como poseedor de las ilusiones que dormitan en los copos blancos del porvenir. Sí, Chindas, las uvas de la suerte no faltarán en la mesa alegre y festiva de la Nochevieja, quizás sea también un signo de esos deseos que no llegó a concedernos el calendario en sus doce meses.
            Gargantillas almibaradas con sonidos paladeadas, anhelos silenciosos que con ellas se pronuncian hacia adentro. Brillo en los ojos y prisa en las manos por depositar en la boca el horizonte del cumplimiento.
            Pasos lentos los nuestros finalizando los números anuales que corren cada vez más, mes a mes, sin que podamos seguir su peculiar carrera hacia el infinito. Sin parada alguna aparecerá, a la vista de todos, en el reloj de la Puerta del sol de Madrid, un 2016 en actitud señorial y dominante. Plebeyos nosotros, miraremos con cierta emoción su brillante aparición. Abrazos, cohetes, risas y bebidas se entremezclarán con muchas etnias y los nacionales seremos uno con la humanidad común.
            Atrás quedan los avatares con su crepúsculo y la tierra parece sonreír a cada pisada tambaleante de la noche. Estrenaremos proyectos y con ellos el alma se llenará de inquietud y estímulo. Las barcazas se mantendrán seguras en las olas porque su zarandeo será amable permitiendo arribar en la paz que acoge y viste de solidaridad.

            Mi próxima carta, Chindas, tendrá el color de lo nuevo y, espero, que la sigas recibiendo con tanta ilusión como yo te la escribo. Mis deseos siguen siendo como un abrazo que anonada y enternece, como unas gotas de rocío en primavera, como los primeros copos del invierno o como el devenir de las aguas cristalinas que en el arroyo se bañan entre murmullos.

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