Aprovechando, querido Chindas estos días de sol, la colada se hace cada vez más frecuente.
Ropa recién lavada, colgada en la cuerda del patio se mece y observa. Colores y trazos se balancean en la paleta del aire y al espacio pintan con suaves pelos de marta.
Vaivenes de columpios en recreos regalados. Pinzas protectoras de caídas, mangas invertidas con puños abotonados al descuido. Pañuelos sin nariz cerca; interiores camisetas de algodón blanco.
Parque revoloteado y movido por la brisa. En la distancia del colgador al suelo, un gato y unas hormigas pasan.
Rayos de sol se fijan en la frescura del agua que escondida llevan las prendas. Éste se sienta junto a ellas y espera, su sed no es tanta, ya llegará el momento de esa gota impaciente que llamará a la otra y… a esa otra, para caer en sus labios y así se secará la ropa.
Manos tibias cambian de posición los pantalones de la otra cuerda, lo de arriba abajo; cremallera abierta riendo. Nuevas sacudidas del aire, pinzas en estado de alerta.
Los palotes de los lados, cual pasmarotes anclados, siguen sujetando las cuerdas del tendido con la fuerza de sus brazos.
Pintura naif del corral con gallinas picoteando. Migajas de pan en el suelo del mantel desprendidas en el sacudido diario, a los pájaros llaman. Jolgorio de trinos alimentados.
Brocal del pozo lleno de flores, adornando.
En este boceto del patio o corral donde tu habitas, mi querido perro, la belleza de lo sencillo y cotidiano te envuelve. Desde la puerta de la casa te observo y corres a mi lado. ¡Guauu…! me dices y con gran cariño te acaricio
La educación en el deber
Hace 8 años
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