jueves, 16 de octubre de 2014

EL ALMENDRO

       En un rincón del patio el almendro recién salido de las entrañas de la tierra, dormitaba. Poco a poco en su sueño de crecer, sus brazos comenzaron a alargarse, querían tocar el cielo, Su techo era ese y, cuando contemplaba a las nubes pasearse, su añoranza se acrecentaba. Crecer, crecer y llegar  así de alto. Un pajarillo se fijó en su empuje y se posó levemente en una de sus incipientes ramas y oyó sus ansias; yo te ayudaré prestándote mis alas le dijo, pero aún no ha llegado tu tiempo. Ilusionado siguió pegado a sus raíces esperando el momento. Cada primavera, esta avecilla le visitaba y veía con regocijo los progresos de altura de su amigo.
            El almendro se volvió adulto y... comenzó a realizarse dando algunos frutos. Entre sus alargadas hojas y de fina estampa asomaban unas bolitas verdes, nada especial que llamase la atención; pero un día, recuerdas Chindas, esos envoltorios se abrieron y una semilla asomó su carita  almendrada mirándonos con regocijo; ya su techo no era el celeste aquél, sino nuestras manos acariciando su feliz aterrizaje.
            El paso del tiempo, amigo mío, viene cargado de esperanza; trastoca nuestros primeros deseos y la luz se abre paso en el horizonte dando otro sentido a la realidad que nos rodea. Estos días seguimos con interés la evolución de le enfermera del caso "ébola", lamentamos lo sucedido, pero tenemos que tener claro que todas las cosas llevan un proceso. No por mucho anhelar llegamos antes a la meta, como el pajarillo ponemos a su vida nuestros deseos de una recuperación rápida, pero sabiendo esperar. La buena nueva llegará a su vida y a la nuestra con ella, su vuelta al hogar y al trabajo será quizá algo más larga de lo deseado, pero esa esperanza se tornará en un manantial de alegría para todos.
            No más porqués ni recelos, no más gritos que ensordecen a los afectados. Solidaridad sí sin olvidar que nuestros "salvavidas" ponen su saber y su dedicación formando parte de ese fructífero futuro que se avecina. Confiar es agradecer. Sólo apoyando a cuantos la rodean, de nuevo la luz brillará y como el almendro nos mostrará su sonrisa amiga.

           
           Unidos en el anhelo formaremos un recital de felicitaciones, venciendo así a los desorientados y pesimistas hasta que sus augurios se tornen un apretón de manos.

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