Te voy a contar, querido Chindas,
cómo un cuento que en mi infancia me hacía estar expectante y temerosa, es
actualidad ahora, como seguramente lo era en la época del relato: Alí Babá y
los cuarenta ladrones.
Alí Babá era un trabajador sencillo y sin ambiciones,
tal vez muchos días su familia tenía hambre, pero... le llegó la oportunidad de
"mejorar un poquito" sisando a unos ladrones (¿no dicen que quien
roba a un ladrón tiene cien días de perdón?), y cayó en la tentación de ser un
ladrón menor, aunque él no se consideró nunca uno de ellos ni su familia
tampoco.
Tarjetas
negras llaman al último rastro de los caballos de los ladrones, pero ¿son 40,
cuántas tinas o tinajas les ocultan para ocultar su rostro a la sociedad robada
y seguir amparándose en la oscuridad,
para rematar a quienes les van descubriendo? Esperamos que, como en el cuento,
alguien como la mujer de Alí Babá, llamada Luz de Noche, aunque ladroncilla por
lo que decimos anteriormente, empiece a usar el cacillo de la cocina y dé en la
testa a estos falsos mercaderes que nos intentan vender su imagen de Señores.
Son
muchas las historias que están cercenando a nuestro país e impasibles o a
pedradas y vocinglería, seguimos
despertándonos con más ladrones unidos a la banda de disimulada apariencia.
Sólo
una cosa más, amigo Chindas, ladra un poco para despertar a los dormidos y volvamos
al trueque para que no existan paraísos fiscales ni rascacielos económicos de
uso privado.
Palabras vanas en elecciones,/ esfuerzos por convencer./
Exige lecciones de honradez demostradas, no afeites y señoríos comprados,/ una
casa para cada familia/ una educación para cada infante/ y un honor para la
patria.
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