Salir al campo a pasear es un
gozo tan grande que le está vetado a nuestro Chindas por su mala acción
"gatuna" de la semana pasada. Aunque el título de hoy parece que le
viene como anillo al dedo por el castigo, no es este el cariz que queremos
darle a nuestro escrito de hoy.
Los
cardos, esas plantas espinosas que embellecen las orillas de los caminos o
laderas a los ojos de quienes entendemos la armonía de la flora silvestre y la
valoramos de igual modo que la que se viste de colores para acariciar la mirada
en jardines o balcones, es más, formando parte del ramillete en el jarrón que
adorna cualquier lugar de nuestra casa, le da un toque de especial elegancia.
Viene el viento y entre tus púas juega al escondite,/
llega el sol y toca tu voz para que sea audible,/ llega también la tarde y dora
tus sueños de balanceos.
Sé que ya no es tiempo de aspirar aromas ni de ceñir en
tu testa la cinta malva,/ pero hoy salgo a recoger los últimos testimonios de
tu presencia/ para entrelazar en ellos la luz diminuta del belén que se gesta/ y les haga suspirar
formando estrellas.
Cardos sosegados y en silencio junto a hierbas secas
adormecen/ cayeron sus colores, azules-violeta, amarillos, blancos... y sólo el
brillo de la luna sobre ellos les realza.
Aunque suene a visión ilusa ¡qué sorpresa! un pétalo de
amapola se ha abrazado a una de tus púas sin que tú la punces/ y no sé si es su
color el que se refleja en ti o es que te has ruborizado./ Vuelvo a encontrar
el verano a tu lado estando en otoño/ y reafirmo mi mano en tu tallo hasta
colocarte junto al pueblo que se allega al portal en ese nacimiento.
El rocío volverá a ti cada mañana como un beso del
Dios-Niño que se anuncia. Cardo de caricias protegido de la lluvia y la nieve. Planta
del estandarte de la vida que decora con donaire los paisajes de mi tierra.
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