Chindas, es obvio que hoy
hablemos del tiempo ya que esta semana nos está visitando la nieve. Frente a
esas nieblas que la ha precedido poniéndonos nostálgicos y malhumorados, la
serenidad blanca de la nevada nos relaja y estimula. Con esa suave bajada, que
parece caminar celestial, los ojos se llenan de luz y, en el choque de miradas,
ambas nos abrazamos .
Aparece
la nieve trayendo el regalo de su hermosura y depositando a nuestros pies su
tacto de algodón nuboso que aseda nuestras pisadas. Juegos de niños y mayores
que en los recuerdos quedan con monigotes en la calle y bolas amasadas con las
manos, lanzadas en risas esquivadas. En las alturas el disfrute alcanza cotas
de magnífico recreo, deslizarse, rodar, competir..., sea de una manera u otra,
su textura abarca el placer del gozo.
Su
llegada nos habla de libertad sin libertinaje, igual se posa en tejados que en
las calles sin herir sensibilidades. Cuando su vuelo se detiene en los brazos
desnudos de los árboles, el arte plasma su creatividad llegando a unas cotas de
admiración sublime. Si su parada está apoyada en la hoja perenne de un abeto o del
madroño, su color ribeteado da al admirador el regalo de la interiorización
elevada que palpa, sin saberlo, un trozo de "cielo".
Tras
los cristales de mi ventana veo pétalos de flores albinas que en cascada frenan
su caída hasta el alfeizar tocando mi expectativa mirada. Frío se me antoja en
su llegada y no es así, su bondad aplaca al aire dejándole a sus espaldas.
Horizontes desdibujados, en pequeños espacios se abren y las montañas de
lontananza aparecen en picachos llenos de amanecer. Espuma etérea desmayando
ríos, aumentando el cauce de los arroyos; carreras por las vetas lapislázuli
que agrandan los sentimientos del agua que emana de sus entrañas hermanándose.
Túnica
blanca para la tierra que se debate entre colores de sangre, de rechazos, de
velos negros ocultando la dignidad del rostro de la igualdad. Alba que preside
la asamblea de la convivencia de la fauna y la flora, ambas parte del entorno
humano.
Siendo impoluta la nieve, unas
pisadas rompen su burbuja y la explosión que el impacto provoca asusta a las
patas del rebeco que veloz se aupa en el aire y a varios metros se detiene y
mira hacia atrás.
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