Mi querido Chindas:
De
nuevo aquí me tienes escribiéndote, esta vez con una observación que quizás te
haga reír por el tema en sí. Verás, hace unos días estuve en unas Jornadas de
Trabajo y el aforo del recinto estaba a un 80% lleno. Desde mi butaca la vista
iba y venía, de los responsables de las mismas, a los compañeros de
"fatigas" que me precedían en el patio. Sus cabezas oscilaban según
los temas y, esa coronilla que los años y la alopecia dibujaban, hizo sonreír a
mi interior. Bonito espectáculo de generosidad, entrega, cansancio dominado e
ilusiones renacidas en cada objetivo realizado, en cada esfuerzo envuelto en
oropeles de sencillez y servicio comunitario.
Testas
decoradas con filamentos plateados en las sienes y brillante camino despejado
en el centro hablaban de madurez, de años regateando con el peine una
coquetería de estilo. Intercalando en la sala los asientos, de vez en cuando
una melena rubia (hoy casi todas las mujeres lucimos ese color, para suavizar
la edad), en este caso jóvenes promesas, daba un toque de satisfacción a mi
paladar visual. Alguna morena o moreno sin canas, también daba un punto a esa
plataforma que desde mi atalaya contemplaba.
Créeme
querido Chindas, que hubo muchos aplausos a los exponentes de los distintos
servicios que manifestaban su disponibilidad para facilitar nuestro trabajo,
pero faltó ese gran aplauso, que yo desde mi interior di, a esos hombres y
mujeres que día a día hacen posible la concordia, el bienestar social, el
sosiego y la paz de los pueblos, mejorando las estructuras, manteniendo las
prestaciones que facilitan comodidad y convivencia vecinal.
No
todo se mueve en la sociedad por dinero, he aquí el mejor ejemplo, tantos
alcaldes y corporaciones que el único interés que les impulsa es el bien común,
sin remuneración alguna. Dar y darse sin medida, haciendo de las
críticas un paréntesis de reflexión y seguir tendiendo la mano a cuantos
precisan estrecharla.
Si,
Chindas, es bonito tener ojos para ver y oídos para oír. Recordando
la oración de San Francisco se la dedicamos a todos estos amigos que
albergan la bondad en su corazón: "Señor, haced de mí un instrumento de
Vuestra paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo armonía,
donde haya error, ponga yo la verdad... “
Teniendo
por bandera estos principios, seguro que haremos de nuestros pueblos un lugar
entrañable. ¡Y tú que lo veas!
Como
siempre, un abrazo y hasta la próxima semana.
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